Escribir sobre nada es sumergirse en el vasto vacío de pensamientos que flotan en el aire, esperando ser capturados pero escurriéndose al mínimo intento. Es como mirar el espacio entre las estrellas, lleno y vacío al mismo tiempo, donde la ausencia de algo se convierte en la presencia de todo lo inimaginable. Hablar de nada es danzar al ritmo de las palabras que no forman melodía pero crean una sinfonía silenciosa, resonando en el eco de un mundo lleno de sonidos no pronunciados. Aquí, en este rincón de la expresión donde las letras se encuentran y se dispersan, encontramos la belleza en la simplicidad de no decir nada en absoluto, dejando que el silencio hable en su lengua misteriosa y etérea.